lunes, 22 de marzo de 2010

El Islam (II)


de Córdoba al Mudéjar

Los arcos de herradura, que arrancan en sentido longitudinal de esta pieza cruciforme, tienen sus dovelas de arranque, para mayor seguridad en emitar desplomes, labradas en la misma pieza que la base del pilar. Son arcos con función de entibo, van enjarjados, y se despiezan en dovelas alternantes de piedra sillar y de ladrillo en grupos de tres hiladas lo que origina la característica alternancia cromática o bicromía cordobesa.
Son arcos de herradura peraltados en 113 del radio, según proporciones visigodas. Hay que tener, en cuenta, no obstante, para todo el interior, que los materiales no se presentaba a cara vista, sino que todo estuvo enlucido y pintado, con una decoración que imita el despiece del aparejo real, tanto en los arcos como en los muros.

 
El pilar superpuesto lleva en su parte alta una imposta volada, de donde arrancan los arcos de medio punto, que son de mayor grueso que los de herradura, y a su vez van trasdosados con una arquivolta de ladrillo. El aparejo se resuelve del mismo modo que en los de herradura, ya analizados. Finalmente, en esta serie de elementos superpuestos en altura, sobre los arcos de medio punto van los muros de poco más de un metro de anchura, al que se ha llegado desde los 18 a 22 cm. de
diámetro que tiene el fuste de las columnas; por encima de estos muros corren en sentido longitudinal los canalillos exteriores, que recogen las aguas de lluvia y que separan los tejados de las naves cubiertos a dos aguas, volumetría característica de las mezquitas hispanomusulmanas. 

De los muros que cerraban la sala de oraciones de la mezquita de Abd alRahman I solamente se ha conservado el del lado occidental, ya que los lados S. y E. desaparecerán en las ampliaciones posteriores mientras que el del lado N., por el que las once naves abrían al patio, fue reforzado y ocultado por otro muro en el año 958, con las obras de consolidación de la fachada del patio realizadas por Abd al-Rahman III. El único muro conservado, el occidental, está construído con sillares, que van aparejados a soga y tizón, presentando en su lienzo gruesos contrafuertes rectangulares, casi torrecillas, que estructuralmente no están justificados, al menos en los laterales, ya que los de la qibla podían contener el empuje longitudinal de las arquerías. Hay en este lado occidental cuatro contrafuertes, que dejan entre sí tres paramentos, abriéndose en el central la Bab al-Uzara o puerta de San Esteban, sobre cuya cronología y problemática se volverá más adelante, a propósito de la intervención de Muhammad I. 

Como remate de los muros, en su parte alta, destaca un elemento que devendrá característico de lo hispano-musulmán; se trata de unos merlones dentados, para los que respetaremos, por haberse impuesto su uso, la denominación impropia de almenas escalonadas. 

Por último, y ya en el terreno de las hipótesis, más o menos rigurosas, sobre aspectos no conservados de esta mezquita, debe añadirse que el suelo del haram sería de argamasa teñida de almagra, careciendo de pavimentación por cubrirse con esteras; la cubierta de las naves, tal vez la central más alta, sería plana y de madera, mientras que el mihrab, desaparecido junto con el muro sur de la qibla, al ampliarse la mezquita con posterioridad en esa dirección, tendría planta semicircular, no destacada del muro. El patio, también ampliado posteriormente hacia el N. y hacia el E., carecía de pórticos o riwaqs

Tras este análisis de las formas artísticas de la mezquita aljama de Córdoba de Abd al-Rahman I, es preciso, como se ha dicho más arriba, valorar la filiación de las mismas. Para una correcta interpretación del proceso de formación del arte hispanomusulmán tiene una importancia esencial determinar su procedencia. En líneas generales puede decirse que el arte hispanomusulmán nace a partir de dos aportes fundamentales: de un lado, el del primer arte musulmán de oriente, correspondiente al período omeya, cuya tradición y cuya añoranza llega con el último descendiente de la dinastía, el inmigrado Abd al-Rahman I; de otro lado, la tradición romana y visigoda del propio solar hispánico, cuyo peso es decisivo en la formación del arte hispanomusulmán y en la configuración de su fuerte personalidad.

Al aporte musulmán de raigambre omeya hay que adscribir en primer lugar no sólo la forma y la función de la mezquita sino su peculiar tipología, con las naves de la sala de oraciones en dirección perpendicular al muro de la qibla, procedente de la mezquita omeya de al-Aqsa en Jerusalén. Junto con la tipología llegan algunos elementos formales en este primer momento, entre los que destacan las llamadas almenas escalonadas, que proceden de la gran mezquita de Damasco. Otros elementos, como la misma superposición de soportes, aunque no con la compleja solución cordobesa, pueden rastrearse en mezquitas de raigambre omeya, como la de Amr en Fustat, en Egipto y la gran mezquita de Qairawan, en Túnez. Resulta lógica, por otra parte, toda esta vinculación al primer arte musulmán, fraguado en Siria, en la época omeya, y dentro de la tradición cultural bizantina. 

A pesar de todo lo cual, el papel que la tradición artística romanovisigoda va a jugar en la formación del arte hispanomusulmán sera fundamental, lo que no debe sorprender porque está en la línea de asimilación por parte del Islam del arte de los pueblos vencidos. Así las formas constructivas utilizadas en la mezquita de Abd al-Rahman I entroncan con la tradición romana, en especial de las grandes obras de ingeniería romana; así el aparejo de los muros a soga y tizón, los contrafuertes exteriores, la alternancia de piedra sillar y de ladrillo, incluso la superposición de arcos, para la que se ha recordado el acueducto romano de los Milagros, en Mérida, en el cual incluso la función es la misma, o sea, la de soportar canales de agua en la parte superior. 

Uno de los elementos artísticos más caracterizadores del arte hispanomusulmán, como es el arco de herradura con función constructiva, encuentra su precedente en la tradición hispanoromana recuérdese Santa Eulalia de Bóveda, o las murallas de Lugo y Beja, ésta última en Portugal, aunque bien es cierto que dicha forma estaba generalizada antes de la invasión islámica en las provincias orientales del imperio bizantino, por lo que la discusión sobre el origen oriental u occidental del arco de herradura ha remitido en interés, lo que no resta relevancia a su carácter determinante en lo hispanomusulmán. 

A la misma pervivencia de las formas constructivas romanas, fenómeno de larga duración, se adscribe el importante elemento que constituyen los modillones de rollos, forma estudiada cuidadosamente en su evolución cronológica y formal por el gran maestro Leopoldo Torres Balbás; en su opinión esta forma deriva de una degeneración de la decoración a base de hojas de acanto en las cornisas de la arquitectura romana. Incluso las celosías de mármol caladas, con decoración geométrica, que encuentran sin duda paralelos en el arte omeya oriental, tienen precedentes en la arquitectura hispánica. 

Hoy día se tiende, pues, a enfatizar el papel que la tradición artística local desempeña en la formación del arte hispanomusulmán, en cuya transmisión la comunidad cristiana mozárabe tuvo una participación muy destacable.

En resumen, la primera mezquita aljama de Córdoba de época de Abd al-Rahman I, a pesar de haber aprovechado y reutilizado elementos -en especial, columnas y capiteles- procedentes de edificios anteriores, lo que no debe en absoluto considerarse como un signo de impotencia artística, supone un brillante arquitectónico, tras el período de rudeza visigoda anterior. 

Las obras de la mezquita no se hallaban concluídas a la muerte de Abd al-Rahman I, continuándolas su hijo Hisam I, quien dotó al oratorio en soparte N. de unas galerías para la oración de las mujeres, de emplazamiento dudoso, de una fuente o pila de abluciones (mida'), y de un alminar, de planta cuadrada, con machón central cuadrado y escalera entre ambos, que sería con posterioridad destruído y sustituído por el de mayores dimensiones de Abd al Rahman III en el 951, y cuyos fundamentos en el patio se señalan hoy por un encintado de piedra.

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