miércoles, 3 de febrero de 2010

Joaquín Rodrigo

Semblanzas de compositores españoles
 (1901-1999)

Por: Javier Suáres-Pajares 
(Profesor titular musicología, Universidad Complutense)

Nacído el día de Santa Cecilia, de 1901 y ciego desde los cuatro años, Rodrigo fue músico por una profunda vocación que tuvo que desarollar en un entorno familiar acomodado pero poco comprensivo con sus inclinaciones artísticas. Entre bromas y veras, con ese humor ácido de que hizo siempre gala, Rodrigo se preguntaba qué otra cosa podría haber sido sino músico, siendo ciego y habiendo nacido el día de la patrona de la música. Músico, al margen de lo que él mismo insinuara, más por vocación que por necesidad o designio divino, pero músico orientado hacia la modernidad. Así lo muestia una de sus primeías obras: la suite рara piano de 1923. Con forma neoclásica, un preludio bitonal y dos movimientos dedicados, respectivamente al crítico Adolfo Salazar y a su favorito, Ernesto Halffter, esta suite es un claro coqueteo con la vanguardia musical madrileña.
Sin ver futuro en ese acercamiento al centro de la renovación musical española, Rodrigo optó por ir al verdadero emporio de la modernidad musical y así, en 1927, financiado por su padre, se presentó en París y estudió en la École Normale de Musique con Paul Dukas. Veinte años después de que Falla realizara el mismo camino y recibiera los consejos de Dukas, París se había consolidado como bastión de la música moderna y Rodrigo disfrutó de ese ambiente con tanta exaltación como entusiasmo. En 1932 regresó a España y, al año siguiente, contrajo matrimonio con Victoria Kamhi, una pianista sefardí que conoció en la capital francesa, deslumbrada por la juvenil radicalidad del Preludio al gallo mañanero (1926) para piano. Ella sería su mejor compañera y juntos se establecieron en un Madrid todavía hermético para Rodrigo. 
Esta etapa concluyo abruptamente con la ruina económica del padre de Rodrigo y lucha entre la luz y dio lugar a unos años muy difíciles. Victoria, que no pudo soportar las penurias de la vida en Valencia, donde se había agrupado la familia Rodrigo, regresó a París en 1934 y eso desencadenó en Rodrigo la composición de una obra terrible y maestra como es el Cántico de la esposa para soprano y piano. Con otra obra de una belleza no menos desoladora-el poema sinfónico Perl la flor del lliri blau-, obtuvo un premio que le permitió reunirse de nuevo con Victoria. Acuciado por los problemas económicos, solicitó la beca Conde de Cartagena de la Real Academia de Bellas Artes que consiguió con el firme apoyo de Falla, quien ya veía en la personalidad independiente y original de Rodrigo uno de los valores más sólidos de la generación musical del 27.




Los Rodrigo volvieron a París a principios de 1935, pero el bienestar duró poco porque, al comenzar la guerra civil, se suspendió la beca y tuvieron que buscar asilo en un instituto de ciegos de Friburgo donde permanecieron hasta enero de 1938, cuando regresaron a París. Lo peor estaba aún por llegar: en el invierno de 1939, tras unos meses de auténtica bohemia, Victoria perdió un embarazo avanzado y cayó gravemente enferma. En los momentos de profunda tristeza que vivió entonces, Rodrigo compuso el Adagio del Concierto de Aranjuez. A partir de ese momento, todo mejoró: Victoria salió del hospital, él encontró trabajo en España y su concierto, estrenado en 1940 -con Victoria embarazada y a punto de dar a luz a su única hija-, inauguró una nueva época en la música española que Rodrigo iba a protagonizar. Sin embargo, las dificultades de estos años hicieron mella en su carácter dándole unos matices sombríos que serán un elemento recurrente en su música en la que se escenifica -como en su propia vida- una constante lucha entre la luz y la oscuridad. Cuántas veces los que conocieron al compositor le vieron hundirse en las tinieblas, exhausto, tras periodos de frenética actividad creativa.
 
Reintegrado a la vida musical española en 1939, tras años de ausencia, Rodrigo era un gran desconocido para el público filarmónico, salvo quizá en el entorno valenciano donde se formó y dio a conocer sus primeras composiciones al calor de una figura entrañable y amiga como Eduardo López Chavarri. Federico Sopeña, el crítico que presentó con más autoridad y dedicación la figura de Rodrigo al público de los años 40, acuñó un ingenioso concepto -el de «éxito retrospectivo»- para referirse a la tardía recepción de que fueron objeto en España obras que el compositor había creado décadas atrás. En efecto, Rodrigo fue presentando al público español de la posguerra -muy atento ahora a sus obras- composiciones como Cinco piezas infantiles, que habían obtenido una mención honorífica en el Premio Nacional de Música de 1925, o Perl la flor del lliri biau, de 1934. Además, obras cuyo estreno absoluto tuvo lugar entonces, como el Concierto heroico para piano y orquesta con el que recibió por fin el Premio Nacional de Música en 1942, o el Tríptic de Mossén Cinto, que estrenó Victoria de los Angeles en Barcelona en 1946, pueden remontarse bastantes años atrás. Así, el Concierto heroico, una de las obras más grandes (en el sentido monumental de tamaño y amplitud), llevaba años tomando forma entre la imaginación y el escritorio del compositor, sobre todo en el tiempo que pasó refugiado en Alemania -no en vano ésta es su composición más germánica-, mientras que el Tríptic, a pesar de haberse estrenado en 1946, esa obra compuesta en la década anterior. Incluso una obra como el Concierto de estío para violín, escrito aprovechando las vacaciones de 1943 y presentado como completamente nuevo, hoy sabemos que basa su primer movimiento en una Tocata para guitarra, de 1933, escrita para Regino Sainz de la Maza, que se consideró intocable hasta que, redescubierta en el archivo del guitarrista, se estrenó en 2006 como una de las obras más importantes del repertorio guitarrístico del siglo XX. En este caso, la Toccata conoció el éxito setenta y tres años después de haberse compuesto.
 
Las dificultades cotidianas de los años de posguerra no eran propicias para la creación y Rodrigo, que se ganaba la vida trabajando mañana y tarde como asesor de Radio Nacional y directivo de la recién creada ONCE, durante un tiempo trabajó también como profesor del Conservatorio y desempeñó la tribuna crítica del diario Pueblo. Esta situación laboral se aliviò al final de la década de los 40 y el compositor pudo presentar dos verdaderos estrenos: ausencias de Dulcinea (1948) para bajo, cuatro soprano y orquesta, a nuestro juicio la obra maestra desconocida del catálogo de Rodrigo, y el Concerto ín modo galante (1949) para violonchelo, fin de la serie incial de sus conciertos que, vista en conjunto, es una verdadera lección: sí el Concierto heroico tiene rasgos germánicos y el Concierto de Aranjuez es tan francés que no extrañaría a nadie que se hubiera llamada Concierto de los jardines de Luxemburgo por el parque parisino que inspiró a Rodrigo su último movimiento, el Concierto de estío es el homenaje del compositor a la tradición barroca italiana y el Concertó in modo galante su experiencia con el lenguaje dieciochesco. Este último concierto, escrito para Gaspar Cassadó, quien lo estrenó con la Orquesta Nacional bajo la batuta de Ataúlfo Argenta, inauguró la etapa en la cual la música de Rodrigo se proyectó más allá de las fronteras de la España autárquica gracias a un conjunto extraordinario de solistas entre los que destacan, al lado de Cassadó y Argenta, Victoria de los Angeles, Narciso Yepes, Nicanor Zabaleta y Andrés Segovia. La soprano sintió especial predilección por el villancico Pastorcito santo; con Yepes, y pronto con otros guitarristas como Julián Bream o Alirio Díaz, el Concierto de Aranjuez comenzó su difusión internacional diez años después de que lo estrenara Sainz de la Maza; el gran arpista Zabaleta recibió el Concierto serenata en 1952 y Segovia la Fantasía para un gentilhombre en 1954, pero las apretadas agendas de ambos determinaron que estrenaran estas obras cuatro años después de su fecha de composición. El «éxito retrospectivo» seguía presidiendo la recepción de la música de Rodrigo.

 
Tras los grandes solistas españoles, Rodrigo llegó a importantes intérpretes extranjeros como Christian Ferras, que grabó el Concierto de estío, James Galway, a quien dedicó su Concierto pastoral para flauta de 1978 o el chelista Julián Lloyd Webber, para quien escribió en 1981 el Concierto como un divertímentó. Mientras su obra alcanzaba difusión internacional y el Concierto de Aranjuez, con las versiones de Miles Davies (Sketches of Spain, 1960) y Richard Anthony (Aranjuez mon amour, 1967), rebasaba los férreos y convencionales limites de la sala de conciertos, Rodrigo fue alcanzando una autoridad magistral. Académico de Bellas Artes; desde 1950 y Caballero de la Legión de Honor en 1963, en la época final de su existenda acumuló doctorados honoris causa, fue elevado a la nobeleza como Marqués de los jardines de Aranjuez en 1991 y falleció en 1999 después de haber vivido, casi completo, el siglo XX. 



Biblio-discografía:
El ensayo Joaquín Rodrigo de Federico Sopeña (Madrid, 1946) es la principal referencia historiográfica. En 1936 se publicaron las memorias de Victoria Kamhi. De la mano de Joaquín Rodrigo, que constituyen una fuente esencial de información. Más recientemente, cabe destacar la publicación de Javier Suárez-Pajares: iconografía de Joaquín Rodrigo, orígenes de una vida plena (Madrid, 2001), y las monografías de Antonio Gallego: El arte de Joaquín Rodrigo (Madrid. 2003) y Graham Wade: Joaquín Rodrigo. A life in music (Londres, 2006).
Por convenio entre la Universidad de Valladolid y la Fundacbn Victoria y Joaquín Rodrigo se realizaron tres congresos, de los que resultaron dos volúmenes editados por Javier Suárez-Pajares: Joaquín Rodrigo y la música española de los años cuarenta (Valladolid, 2005) Joaquín Rodrigo y la música española de los años cincuenta (Valladolid, 2008).
La discografía de la música para guitarra de Rodrigo es incontable porque sus obras forman parte esencial repertorio de este instrumento. Por lo damás, existe una grabación integra de su obra, editada por EMI Classics en 23 discos, que incluye una interesante sección de grabaciones históricas.
El archivo del compositor se conserva en un piso contiguo a la que fue su última residencia en Madrid, hoy casa-museo. Información precisa y actúalizada se puede encontrar en la página web de la Fundación Víctoria y
Joaquín Rodrigo (www.joaquin-rodrigo.com).

 
Fuente: Juan March

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