domingo, 31 de enero de 2010

Theory

Mirando inconscientemente hacia el mueble donde reposan los algunos libros y otros tantos trabajos que ahí reposan y descansan...


...se que ahí está, este libro que dió paso a otros..
fué referente o es referente? 
es muy provable...

En 1813, don Nepomuceno Carlos de Cárdenas, un racionalista caribeño, librepensador, barroco y dueño de un gran ingenio -azucarero- escribió en el margen del libro de Kant que leía: «No sé si el autor se ha percatado de que la verdad, además de verdadera, es divertida.»
El señor De Cárdenas, fantástico personaje de quien contare después algunas lúcidas extravagancias, se quedó corto. La verdad científica es divertida y también solemne, estrepitosa, deslumbrante, opaca, terrible, burlona, enigmática, discreta, apabullante y otras cosas más. Lo que me resulta imposible decir de una verdad es que es verdadera solamente. Todavía me emociona que en las escuelas la tabla de multiplicar se cante. No me extrañaría que Pitágoras hubiera cantado también la demostración de su teorema.
Que el rigor científico vaya acompañado de un sentimiento estético me ha planteado serios problemas al escribir la Teoría de la inteligencia creadora. He querido usar la palabra «teoría» con el sentido fuerte que tiene en filosofía de la ciencia. Es un sistema de hipótesis que se apoyan y controlan mutuamente, una construcción conceptual que organiza los conocimientos de un campo y que puede ser corroborada o refutada. Aspira a la categoría de conocimiento científico, rehuyendo quedarse en mera opinión, por decirlo en lenguaje platónico. Con excesiva ligereza se llama «teoría» a cualquier pensamiento que pase de la anécdota a la generalidad, sin importar el atajo que use. Así es fácil hacer teoría sobre el sexo de los ángeles o sobre- el bilzcocho borracho. No es, desde luego, mi propósito recorrer estos caminos fraudulentos. Sabemos ya muchas cosas sobre la inteligencia, gracias a la filosofía, la psicología genética y cognitiva, las ciencias de la computación, la lingüistica y la neurología. Ha llegado el momento de intentar casar tantas biografías dispersas. Por eso me he metido a casamentero.
Quiero, por lo tanto, hacer ciencia, pero ¿cómo librarme del pasmo, la diversión, el apasionamiento que me produce el tema de este libro? La inteligencia es una realidad tan escurridiza, astuta, tremenda y ocurrente, que un tratado científico convencional no haría justicia al dramatismo del asunto. Lo que llamamos inteligencia es, ante todo, la capacidad que la inteligencia tiene de crearse a sí misma, capacidad harto chocante, que no se puede despachar fríamente. Se trata de una historia llena de intrigas, con muchos personajes -la percepción, la memoria, la imaginación, los sentimientos— enlazados en una trama de competencias y dominaciones.
Decidido a no prescindir de nada, ni del rigor científico ni de la exaltación estética, he acabado por escribir dos libros en uno. La primera parte de esta Teoría de La inteligencia creadora es una narración de cómo ocurren las cosas, procurando explicarlas con claridad. Llamo la atención al lector sobre esta deliciosa palabra. Claro es un espacio abierto en el bosque enmarañado, y también lo que está bañado por la luz, «lo evidente, cierto y expresado con sinceridad y desenvoltura», dice el diccionario. La desenvoltura a que este me autoriza me ha permitido tomarme libertades expresivas. Al fin y al cabo «tomarse la libertad» es literalmente una de las funciones de la inteligencia, como véremos.
La segunda parte cuenta la biografía científica del libro, los fiaron, experimentos, documentación y bibliografía. La discución con otros autores -a veces la disputa— y la ampliación de temas que habían quedado marginados. La primera parte es el edificio, y esta segunda son los cimientos. Ambas se necesitan, porque cuando a los cimientos, para asegurarse de que están seguros, pero no le recomiendo el trajín de ir y venir de la exposición a los comentarios. Para evitarlo he eludido el sistema de notas, que a mí al menos me suele marear, y he intentado, dentro de lo posible, que las dos partes puedan leerse con `cierta independencia´.
Espero haber cumplido las promesas que hice en elogio y refutación del ingenio.
La edición de este libro ha estado al cuidado de Teresa Ariño, a la que agradezco públicamente, además de su competencia, su paciencia.



1- PRESENTACIÓN DE LA INTELIGENCIA

No hace falta ser un lince para saber que unl zorro es más inteligente que una lombriz, pero hay que ser más que un lince para saber lo que eso significa, si es que significa algo. Atribuimos inteligencia a hombres, animales, computadoras, y la última mente, hemos comenzado a hablar de edificios inteligentes, automóviles inteligentes y hasta de cafeteras inteligentes. A este paso, la inteligencia va a estar tan diseminada a nuestro alrededor, entegrada con tanta eficacia en los objetos de uso, que nos permitirá la suprema listeza de volvernos estúpidos y disfrutar con ello.





  2

La inteligencia nos permite conocer la realidad. Gracias a ella sabemos a qué atenernos y podemos ajustar nuestro comportamiento al medio. Cumple así una función adaptativa: nos permite vivir y pervivir. Las inteligencias animales hacen lo mismo, a su manera. Pero la humana lo hace de una forma extravagante.
Se adapta al medio adaptando el medio a sus necesidades. Parece que no disfruta que no disfruta con la tranquilidad, y que siempre pone el corazón más allá del horizonte, porque se plantea continuamente nuevas metas, que le producen incesantes desequilibrios. Nuestros tatarantepasados se esforzaron en cubrir las necesidades básicas. Nuestros contemporáneao se esfuerzan por conseguír una marca de automóvil, casi con el mismo encarnizamiento. Una vida tan azacaneada procede también de la inteligencia, que realiza una desconcertante función:¡nventa posibilidades. No sólo conoce lo que las cosas son -lo cual da al hombre seguridad-, sino que también descubre lo que pueden ser -lo cual le provoca una constante desazón-. Hablando en términos lingüísticos, inventa el modo indicativo y, además, el subjuntivo y el condicional: los modos de la irrealidad. Junto al fue, el podría, el sería si. A la percepción de lo existente se une el cortejo de lo que sobrevuela el tiempo: el arrepentimiento, la decepción, la esperanza, el proyecto, la anticipación, la amenaza. Se somete al tiemno -¡que remedio!- y se rebela contra él, puesto que conoce el presente y el pasado -reinos de lo real-, pero pretende determinar el futuro -reino de lo posible-, para lo cual pro-mete, pro-yecta, pre-viene, pro-duce. Los animales tienen futuro: el hombre tiene por venir. Se anticipa a todo. El ser humano se seduce a si mismo desde lejos.



 

He mencionado antes que la realidad adquiere posibilidades nuevas al integrarse en un proyecto inteligente. Un proyecto es, ante todo, una idea, una irrealidad. Tropezamos así con una paradójica característica de la inteligencia humana: manejamos la realidad mediante irrealidades. La inteligencia no deja de sorprenderme. Resulta que proporcionamos ideas a la realidad, la asimilamos mediante conceptos, comerciamos con ella utilizando palabras, lignos, símbolos. Inventamos verdades. Damos a las cosas la posibilidad de confirmar una verdad científica. Antes de ser real, la catedral de Florencia fue una reailidad pensada, una irrealidad que guió la mano hábil que dibujo la cúpula, pero, para poder hacer real la posibilidad pensada dibujó también las máquinas que hicieron posible la construccíón de la cúpula, y que son unas preciosas muestra de arte racionalista. Así, de irrealidad en irrealidad, llegamos a la realidad tras recorrer un largo itinerario de ideas, esbozos, dibujos, tanteos, planos, proyectos, maldiciones y aplausos. Al final, la acción nos inserta irremisiblemente en lo real.






«Poéticamente habita el hombre la tierra», escribió Hölderlin. Ya sabemos lo que el verso significa. Inteligentemente habita el hombre la tierra, alumbrando en ella el reino de las posibilidades
libres.



Fuentes: "Teoría de la inteligencia creadora"
José Antonio Marina (1993)
Ed: Anagrama

Primera edición en "Argumentos": noviembre 1993
Primera edición en "Compactos": marzo 2000
Segunda edición en "Compactos": octubre 2001
Tercera edición en "Compactos": diciembre 2002
Cuarta edición en "Compactos": junio 2004

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